Un cuento por Víctor Álex Hernández
¡Soy un hombre bueno! Tengo mis fallos, pero les puedo asegurar que soy un hombre bueno. Y no es que lo diga por decir, no. Lo que ocurre es que mi vida ha llegado a un punto en el que observo que determinadas personas no se percatan de lo mucho que tengo que esforzarme para continuar siendo un hombre bueno. Y como consecuencia, la desgracia ha caído sobre mí. ¿Ha tenido usted la sensación alguna vez de que se le juzga sin miramientos y se le condena sin pruebas? Pues eso mismo me ha ocurrido mí de un tiempo a esta parte. Y todo porque un día cometí un pequeño error. A veces miro al cielo pidiendo una explicación de por qué las cosas no salen como deberían de salir, pero claro, enseguida caigo en la cuenta de que con Dios las circunstancias no funcionan así. A él hay que darle las gracias por lo que tenemos y también pedirle perdón por esos fallos que muchas veces no podemos evitar tener. El momento de reclamar explicaciones no llegará nunca, al menos en esta vida. Yo, sin embargo, tengo la tranquilidad de tener preparadas todas las que él me pueda exigir a mí cuando nos veamos las caras. Pocas personas pueden decir lo mismo.